Con la llegada de noviembre, los campos de olivos de la Marina Alta se llenan de movimiento. Es tiempo de veremar la oliva, una de las campañas más esperadas del año por agricultores y amantes del producto local. Bajo el sol suave del otoño, las cuadrillas trabajan con paciencia, manteniendo viva una tradición que forma parte esencial del paisaje y la identidad de nuestra comarca.

El proceso empieza cuando las olivas alcanzan su punto óptimo de maduración. Se recogen a mano o con ayuda de vibradores mecánicos, cuidando que no se dañen los frutos. Después, se trasladan rápidamente a las almazaras locales, donde se molturan en frío para conservar todas sus propiedades. Cada gota cuenta.
Entre las cooperativas que siguen apostando por este trabajo artesanal está la de Oli del Gorgos, que convierte el fruto de los olivos de la Marina Alta en un aceite virgen extra de calidad excepcional. Su color dorado y su aroma afrutado son reflejo de un territorio que respeta el ritmo de la naturaleza y la sabiduría de sus gentes.

La recogida de la oliva no es solo una labor agrícola: es un acto de conexión con la tierra. Cada campaña une a familias, amigos y generaciones enteras que comparten jornadas, historias y almuerzos entre olivos. Una escena que se repite año tras año, pero que nunca pierde su magia.
Y cuando por fin llega el primer aceite nuevo, el “oli novell”, es casi un ritual: probarlo con pan recién hecho y sal, sintiendo que ese sabor es puro Mediterráneo.
En la Marina Alta, el aceite no es solo un producto; es cultura, paisaje y memoria líquida. 🫒💛

